Cristina Barbieri |
Cristina es de Argentina. Ella vive en una parte alejada en su país. En un lugar de vacaciones, y centro de ski en la cordillera de los Andes. El lugar se llama Bariloche. Es psicóloga y psicoanalista, está casada con un artista y tiene tres hijos. Además esta muy muy muy interesada en Beethoven, personal y profesionalmente. Cristina ama Baden, y …. Bueno, mejor lean lo que sigue. Por favor tengan en cuenta que Cristina tomó todas las fotos que estan en esta página: ella tiene muchos talentos… Hay dos textos más en este sitio que fueron escritos por Cristina |
Gneixendorf |
Desde el principio se sabía que no era un lugar fácil para visitar…. De ningún modo. Era simbólicamente un sitio ominoso para todo amante de Beethoven. Pero era claro que DEBÍA ser visitado. Una vez me habían dicho que los cuartos estaban conservados mas o menos de la misma manera en que estaban en aquel último verano de Ludwig. Hasta el mismo empapelado en las paredes, parece. Inclusive algunos de los muebles. Era evidente que TENÍA que ir . En Viena, la oficina de Información al Turista, no me dijo casi nada con respecto a la vieja morada de Johann van Beethoven. Podríamos decir más y agregar que nunca son TAN abundantes en su información sobre Beethoven, especialmente. Ellos todavía hoy en día prefieren a Mozart, o Haydn, inclusive Strauss! Y con respecto a visitar Gneixendorf, era fácil darse cuenta que ellos NO aprobaban la idea de la visita. Simplemente la desaconsejaron. No me dijeron mas de lo que yo ya sabía, o sea que el Schloss estaba en manos privadas desde cerca de 1867, y en las manos de la misma familia todo ese tiempo. La familia Gettinger. Me dieron distintas razones para quitar valor a la visita: Que estaba en un estado de abandono, que como era ya baja temporada no sabían si estaba cerrada y no accesible….., (imagínense: NO lo sabían con seguridad!) y básicamente que oficialmente no consideraban que el lugar merecía visitarse. Oh, los vieneses! |
Es muy fácil imaginar que esas frases no hicieron otra cosa que convencerme de visitar el lugar de cualquier manera posible. Me prometí oficialmente que, por lo menos, iba a VER el edificio desde afuera. Sentir el sabor y el espíritu del lugar. Ver los alrededores. Compartir las vistas con el compositor, etc. Y esto era ya bastante mas de lo que había podido hacer con otros lugares relacionados con Beethoven en Viena, porque ya no existían más! Sin ir mas lejos, la misma casa en que murió en 1827 por ejemplo, el edificio en la Schwarzspaniardstrasse, fue demolido en 1903, y del mismo no quedan otra cosa que fotos de la casa en la que vivió sus últimos meses, su ultima enfermedad. En fin. Entonces, un día tibio y agradable, me subí al subterráneo (que es magnífico en Viena) en la estación de St. Steffan, combinación hasta Heiligenstadt, y desde ahí, la conexión de tren hasta Krems. Hasta aquí, todo fácil y bonito. Obviamente, mientras mas te alejas de la ciudad de Viena, es más difícil encontrar gente que hable Ingles. Ni hablar de conseguir hispano-parlantes! Pero eso no iba a detenerme. De una forma u otra, pude encontrar el ómnibus que me llevaría desde la estación de tren, hasta el lugar mismo. El vecindario de Gneixendorf. |
En mi ansiosa búsqueda del lugar, me baje del ómnibus algunas cuadras antes, y tuve que caminar hacía arriba por una calle empinada y serpenteante. El lugar se encuentra en una parte bastante alta del terreno, y en aquella época debe haber tenido una muy bella vista de los campestres alrededores. Un lugar muy pastoril y bucólico. Justamente el argumento de la bella vista, fue el argumento de Johann para convencer a Ludwig de visitarlo aquel verano. Tenia mucha razón en relación a la vista también: es cierto que los alrededores se parecen u poco al área del nativo Bonn. Para llegar al Schloss mismo, tienes que salir de la calle principal que sube, y doblar a la derecha. Hay en la misma parada un pequeño monumento que recuerda la estancia de Beethoven en ese lugar. El monumento tiene inscriptos también, algunos compases del cuarteto de cuerdas Op. 135, completado ese verano. Pero en el momento en que puedes ver las chimeneas, ya sabes que estas allí. Y es por eso que desde el principio llamé ominoso al lugar. |
El tiempo estaba bueno, inclusive soleado, pero había alguna clase de oscuridad acerca del lugar. Algo así como un aire helado. Ojalá se pueda ver en las fotos. Pero por supuesto, yo bien puedo haber imaginado todo esto. El edificio es enorme, y aunque los techos has sido cambiados algo a lo largo de los años, se alza básicamente igual a el de antes. Cuando finalmente llegue al frente, …. el lugar estaba tan quieto y silencioso como pueda imaginarse. No había portales ni portones cerrados, solo una arcada de mampostería, y no mucho más. Mientras avanzaba, pude ver una desvencijada y vieja puerta de entrada, que parecía no haber sido abierta en años. Caminé alrededor de la casa, en la misma quieta soledad, y llegue a la puerta trasera. Que estaba abierta. Mi corazón era como una piedra en mi pecho. Era difícil creer la impresión que esto me provocaba. Y todavía hoy en día, me resulta imposible describirla. Golpee mis manos, dije “Hola!” en una voz fuerte, y no pasó nada. La apariencia del resto del lugar era más o menos el de un grande y viejo huerto, lleno de tantos y tantos árboles de manzanas. Se veían centenares de manzanas desparramadas por el piso, que habían caído de los árboles. El dulce olor de las manzanas resultaba tan intenso y raro a la vez. Gallinas, pollos y patos caminaban libremente en el terreno descuidado. Unos oscuros galpones parecían también alojar algunos animales más, tal vez alguna vaca. Pero no había seres humanos a la vista. Trepé los pocos escalones de la entrada trasera abierta, y miré el interior. |
Entonces, delante mío se abrieron el enorme y vacío hall, el piso de grandes losas de piedra, una ancha escalera subiendo al piso alto…. Y nadie allí. Absolutamente nadie. Realmente hacia frío en ese lugar, lo juro. En la entrada, estaba apoyado un par de botas de trabajo en el campo, que podían haber sido dejadas en ese lugar hacia rato. Se escuchaban voces hablando Alemán, en algún lugar fuera de la vista, algo que sonaba como un comedor, o cocina o algo así. Me retiré otra vez, y volví a llamar aplaudiendo, esta vez mas fuerte. Después de un rato, apareció una mujer entrada en años, y entonces –todavía no se como lo hicimos—nos pudimos entender. Ella se disculpó por no hablar Ingles (ni castellano, claro) y yo le dije que lo único que quería era darle una mirada a los cuartos, por favor. |
Ella me miro directamente a los ojos, y me dijo que por supuesto podía subir –sola-, y que ella me mandaría a su hijo (que si hablaba el idioma), pero que en realidad podía estar allí tanto tiempo como deseara. Subimos esas escaleras y ella abrió los cuartos. El cuarto principal era exactamente igual al de las fotos que había visto antes. Igual. El empapelado delirante era el mismo, lleno de escenas de bosque y caballos y tigres, y había estado allí desde hace TANTO TIEMPO: Abrió los postigotes de la ventana del cuarto principal y me dejo sola. Y allí estuve, sola, por más de 20 minutos. Los postigotes y los pisos y las puertas que comunican los tres cuartos son los originales. Los cuartos tienen buenas proporciones. Hay amoblamiento de época en los cuartos, hay –inclusive- un piano de cola, de periodo histórico dudoso en el medio del cuarto más grande. Todo esto, en realidad no hacia otra cosa que conseguir de los cuartos una apariencia de vacío. Tan silenciosos. Tan quietos. |
El primer cuarto a la izquierda de la entrada, era el dormitorio, parece. Hay una cama grande, cómodas, cajoneras de estilo y cosas así, pero el lugar es TAN opresivo. Tiene un par de ventanas, pero es muy oscuro. También hay que notar que da al norte, creo. Claramente una mala ubicación. Y el comedor, también con las lindas proporciones y los muebles agradables. Pero no pude evitar recordad que Ludwig tomo la mayor parte de sus comidas, solo, en ese lugar, a fines del verano de 1826. Y yo estuve allí, sola, tanto tiempo------------- perdida en mis pensamientos. Recordando que también era Octubre entonces, como ahora. 1826. Un tiempo tan terrible, entonces, atrás en el calendario. Cosas terribles habían pasado. El ya estaba sintiéndose muy enfermo. Los signos de su falla hepática final, ya estaban allí. La hidropesía. Karl, ya había hecho su gesto suicida, y se estaba recuperando, mostrando claramente que lo que había pasado no le había afectado tan profundamente. Después de todo, el ya había conseguido lo que quería. Exactamente de la forma en que lo quería. Karl había herido el corazón de su tío profundamente. Definitivamente. Pero, también sabemos, como el pudo sobreponerse también a eso, inclusive a eso. Espiritualmente el estaba cada vez mas alto. Su contacto con Dios era sólido. Ludwig había conseguido una nueva sabiduría para entonces. Y ese conocimiento lo había hecho tan libre que el pudo escribir el cuarteto Op. 135 con su serena paz. El segundo final del Op. 130, con su esencial alegría. De todos modos, apenas podemos evitar como el dolor, la lucha y la resignación, están TAMBIEN presentes en este Gneixendorf. Ahora como ayer. Difícil de constatar, mis amigos. |
El anticlímax de la situación fue provisto por el anteriormente mencionado hijo de la vieja señora, que finalmente hizo su aparición –como si viniera de estar trabajando en los campos—para contarme todo acerca de los últimos meses de Ludwig… Y de su relación con su hermano Johann y su sobrino. Pero principalmente acerca de Johann. El dueño anterior de la vieja mansión. Este señor Gettinger había construido una sólida identificación con Johann van Beethoven, que lo autorizaba a hacer algunas graciosas descripciones de los hechos absolutamente consistentes con el supuesto punto de vista del boticario. Solamente cuando pude asegurarle con convicción que no me eran necesarias sus explicaciones, pude entonces agradecerle profusamente sus esfuerzos, y entonces se me permitió permanecer allí por algún tiempo mas. Hay un libro de visitas, donde dejé algunos pensamientos. Luego de lo cual abandoné el lugar con el corazón pesado- No todos los lugares que visité tienen el espíritu y la alegría del Helenenthal, mis amigos, eso es seguro. |
© Cristina BARBIERI |
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